El lunes 1 de marzo amaneció como otro cualquiera en La Habana. Luego de pasar la noche con mi novia, regresé a mi casa alrededor de las 6 y 30 de la mañana. No se notaba ningún indicio de anormalidad. La única señal premonitoria salió de un pequeño radio portátil que tenía a su lado el chofer del ómnibus. Era una canción de Silvio Rodríguez. Al bajar del ómnibus todavía llegaba a mis oídos una estrofa: «La libertad nació con alas/y yo quién soy para cortarle cada sueño…» En ese momento no sabía que era un aviso. Por demás, la ciudad ...
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