A veces la suerte también toca a la puerta. Luego de caminar ocho millas entre los barrios Santos Suárez, Lawton y La Víbora, pregonando ‘se venden escobas, trapeadores y recogedores’, bajo un sol de fuego primaveral, Luciano, un tunero de campo adentro, cansado de vocear sin mucho éxito se sentó en el portal de una bodega para hacer un balance de sus escuálidas ganancias. Poco más de cien pesos, el equivalente a cuatro dólares. Suficiente para almorzar arroz congrí, bistec de cerdo y viandas de estación en una cafetería particular. Separó veinte pesos para comprar una botella de ron de ...
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