Cuando cae la noche en una finca rural ubicada en el municipio Alquízar, a poco más de 50 kilómetros al suroeste de La Habana, Heriberto, su dueño, sale a hacer guardia con una vieja escopeta de cazar palomas y un farol eléctrico para cuidar que no le roben los animales y la cosecha.
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