Clara Fuentes, 39 años, nunca tuvo muchas luces. Era una chica voluntariosa, criada en una pequeña habitación de 15 metros cuadrado sin baños, ni agua potable. Su padre un rotulista zombi, eran más los días que estaba en el paro, que los que podía juntar algún dinero para criar a sus dos hijas. La madre, una mestiza gorda y despreocupada. Vivían como gitanos. De la caridad de los vecinos, y del abastecimiento estatal. Gracias a Dios, o a Fidel Castro, nació en un período de la revolución cubana en la que no escaseaba la leche y la cartilla de racionamiento te aseguraba una alimentación ...
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