Fingiendo no darle demasiada importancia, en el otoño de 2002, el autócrata Fidel Castro envió un mensaje de ida y vuelta a periodistas libres y opositores en un acto efectuado en un teatro habanero. Refiriéndose a la disidencia dijo: «No vamos a matar cucarachas a cañonazos». Progresivamente, la escalada del miedo llegó hasta la sala de nuestros hogares. Una noche cualquiera, con una mirada agresiva y pasándose los dedos por la comisura de su boca, Castro leyó ante las cámaras de la televisión, los nombres de decenas de activistas de derechos humanos y periodistas independientes, a quienes ‘acusaba’ de haber ...
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