Los países democráticos del mundo, esas sociedades afortunadas donde el respeto a los derechos humanos y a la libertad de expresión están sacralizados por sus leyes y por la conducta impecable de sus líderes, suelen ser condescendientes, comprensivos y mirar entretenidos el cielo azul o las nubes grises, a la hora de plantearse el asunto de sus relaciones con el gobierno cubano, una dictadura arcaica y violenta que no usa máscara ni anestesia. Ahora, en estos tiempos, se les puede ver enfurruñados y severos con Nicolás Maduro y sus amigos porque quieren imponer en Venezuela una copia de la estructura ...
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