Una noche caliente y aburrida, tomando un aguardiente que te sacaba las lágrimas, Yosvany y un grupo de amigos de un batey recóndito de Yateras, en la provincia Guantánamo, a más de mil kilómetros al este de La Habana, planificaron asentarse en la capital para intentar cambiar su futuro. “El caserío donde vivíamos no aparece ni en el mapa. Está en una región montañosa y allí la rutina de los más jóvenes es beber alcohol, templar yeguas y acostarse a dormir temprano. La deserción escolar es elevada y muchas niñas con 14 o 15 años ya son madres. Aquel villorrio ...
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