Cuando la alarma del teléfono móvil empieza a sonar justo a las cuatro y treinta de la madrugada, cuenta Rubén, 41 años, estibador en un almacén de víveres, enciende el horno para tostar dos rebanadas de pan de molde que guarda en la nevera. Luego de afeitarse, desayuna café recalentado y tostadas con pasta de ají elaborada por su esposa.
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