Mientras conduce un destartalado Moskovich de la era soviética por una céntrica avenida al oeste de La Habana, Samuel, deportista retirado, explica por qué es muy complicado hacer negocios en Cuba. Hace once años, cuando Raúl Castro dio el pistoletazo de arrancada en la ampliación del trabajo privado, utilizó el dinero ahorrado más un préstamo de su hermano residente en Nueva York, en la compra de dos jeeps Willy fabricados en los años cincuenta, pero con ingeniería moderna.
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