«A Fidel le gustan las mujeres rubias de ojos verdes», me dijo en 1963 Rafael García Himely, abogado de profesión y quien después sería padre de mis dos hijos. Recuerdo que estábamos en su casa, almorzando sopa de cabeza de cherna. Le pregunté cómo lo sabía y me respondió que conocía a Castro de la época en que estudiaban Derecho en la Universidad de La Habana. Su madre Andrea aprovechó para comentar que a Fidel le encantaba la sopa de cabeza de cherna que ella hacía. «Es que por cada plato de sopa, echo una cabeza de cherna completa». Fidel ...
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