Luego de recorrer el agromercado, quejarse por el escaso surtido de viandas, frutas y hortalizas, Mercedes, 79 años, jubilada, se planta en una tarima donde venden carne de cerdo y ahumados. Compra diez libras de bistec de cerdo a cuarenta pesos la libra y dos kilogramos de un jamón pálido y desabrido a treinta pesos. “Es lo que hay. Y soy afortunada, porque gracias a mi hija que me envía dinero desde Estados Unidos, al menos puedo comer carne de puerco y comprar viandas suficientes para hacer dos comidas diarias. Algunos vecinos de mi cuadra ni siquiera desayunan y comen ...
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