Si usted camina por los barrios marginales y mayoritariamente negros de La Habana, no escuchará a la gente hablar de integración, desigualdad, derechos humanos, democracia o libertad de expresión. Son barrios duros. Sus prioridades pasan por tener los recipientes llenos con agua potable: en las cañerías obsoletas de sus precarias viviendas, hace décadas que no llega el preciado líquido. Vecinos de estas barriadas, como Gerardo, que durante 12 horas diarias pedalea un bicitaxi por las inmediaciones del Parque Central, se siente satisfecho cuando tiene comida para una semana, desodorante, pasta dental y detergente. La pobreza en Cuba no solo es ...
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