Se paró frente a un sucio portal cercano al céntrico y decadente Mercado de Cuatro Caminos. Clavó su mirada en un par de zapatos blancos de mujer. La curiosidad animaba su pensamiento: “ ¿Cuánto querrá el viejito por ellos? Seguro quiere veinte pesos, para comprar cigarros o ron…” Así pensaba Sonia, 18 años, mientras paseaba por la siempre concurrida calle Monte. Hacía apenas una semanas había llegado de Yateras, un poblado perdido en la intrincada geografía de Guantánamo, a mil kilómetros de la capital. Había viajado por problemas médicos, pero el esplendor sin brillo de La Habana la tenía deslumbrada. No ...
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