Orlando Zapata Tamayo vivió los últimos siete años de su vida en un universo donde la muerte tiene un sitio en todas las camas, un plato vacío en las esquinas de las mesas de hormigón y mensajeros especiales en las puertas intermedias, los cepos, los pasillos y las rejas de hierro de las celdas. Tenía, con esa familiaridad, una noción extraña de la noche sin fin, en la que lo más doloroso no debe de ser que se olviden de uno. Debe de ser que ya no podamos recordar a la gente querida, ni los sitios por donde un día ...
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