El asombro inicial va cimentando una ira creciente que le hace perder los estribos. Sentado en una butaca de cuero negro en la sala de su casa, Armando, 43 años, licenciado en educación física, primero mueve la cabeza de un lado a otro, luego sonríe de manera cínica, hasta que la mecha explota y en voz alta, con tono descompuesto, dice: “Que cara de tranca tiene el Marino Murillo ese. Con esa caterva de funcionarios sinvergüenzas Cuba no tiene arreglo”. Armando miraba en la tele un resumen editado de la Octava Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular efectuado ...
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