Ésta vez la llamada telefónica llegó justo en la media noche y el recado era lúgubre. Edania, maestra jubilada que ha montado un pequeño negocio de llamadas telefónicas y recados para el vecindario, se apresuró a dar la mala noticia a una familia que vive a dos puertas de su casa, en el barrio marginal de La Cuevita, San Miguel del Padrón, al norte de La Habana. La cosa está que arde, dice Edania. «A los jubilados no nos alcanza el dinero. Por eso decidí aprovechar que soy una de las pocas personas que tiene teléfono en el barrio y ...
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