Poco después de las cinco de la mañana, Ricardo, 46 años, apura un trago de café, guarda el uniforme de enfermero en una estropeada mochila y antes de cerrar la puerta de su casa, prende un cigarrillo. Cuando llega al puente que delimita el poblado del Calvario con el reparto Eléctrico, en el municipio Arroyo Naranjo, al sur de La Habana, camina hasta la autopista. Allí espera la ruta PC que lo lleva hasta su trabajo. “Mi turno en el hospital comienza a las ocho, pero casi siempre llego tarde. Un tiempo atrás se podía coger una ‘botella’ (autostop). Ahora, ...
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