Cuando yo era niña, de esto hace 60 años, en el puesto de fritas que había al doblar de mi casa, en Monte y Fernandina, en la barriada habanera del Cerro, a cada rato compraba pan con perro caliente (hot dog). Dentro de un pan suave, alargado, ponían el perro, una salchicha confeccionada con carne de cerdo. El perro lo sacaban de una lata, listo para comer, lo picaban por el medio y al pan le echaban catsup y mostaza, a gusto del consumidor, y papitas fritas, estilo juliana, o sea, finamente cortadas y crujientes. Costaba 0.15 centavos. Después del 59, los perros calientes no desaparecieron del todo, pero ...
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