Apareció Fidel Castro. Habló el anciano barbudo mediante una nota elíptica sembrando el temor sobre el futuro de las relaciones entre dos enemigos de la Guerra Fría. Una carta para enfriar el optimismo entre los más jóvenes. El viejo ex guerrillero, pendenciero como siempre, puso palos en la rueda y apaciguó el ambiente de fiesta en una porción de la población de la Isla, que creyó en el fin del añejo diferendo entre Cuba y Estados Unidos. La esquela no había que descifrarla en claves. Era un aviso para navegantes: los yanquis siguen al acecho en la acera del enfrente. ...
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