Hace siete años, cuando el rugido de los vientos de un huracán asolaba La Habana y el agua se le filtraba a Lisván, trabajador privado, por la puerta sin cristales de la sala de su hogar, un apartamento de paredes ennegrecidas que con urgencia necesitaba una reparación a fondo, la situación de su vivienda no le interesaba a los delatores habituales de la cuadra donde reside. “Cuando comencé a tener éxito en mi negocio y pude remozar el apartamento, desde el sistema eléctrico, plomería, pisos nuevos, pintar todas las habitaciones hasta enrejar las ventanas y el balcón, empezaron las denuncias. ...
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