Mientras el contratista de la USAID Alan Gross cumple 15 años en una celda del hospital militar Carlos J. Finlay, al oeste de La Habana, por entregar tres teléfonos satelitales pagados por Washington a una pequeña comunidad judía de la isla, tipos como Néstor se forran de dinero con la venta de cuentas para navegar por internet y llamadas internacionales fuera del radar de ETECSA, monopolio estatal de telecomunicaciones en Cuba. En voz baja y con tono de misterio, el hombre te canta el precio de las llamadas internacionales. No hay límites geográficos: Zürich, Canberra o Miami. “A 40 centavos ...
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