La Cuba real sobrevive del invento. Fuera de los focos y las consignas, donde los discursos pomposos que chillan Patria o Muerte son un eco lejano, la gente se las apaña a golpe de talento y creatividad. El barrio mayoritariamente negro, mestizo y pobre de San Leopoldo, en el corazón de La Habana, es un buen ejemplo. Para lo bueno y lo malo. Cuna del jineterismo, el mercado subterráneo y el juego ilegal, los nacidos en este distrito piensan dos veces más rápido que cualquier otro cubano. En muchas casas no llega el agua potable. Una colección de inmuebles ruinosos ...
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