El sábado 24 febrero de 1996, mi apartamento en la barriada habanera de La Víbora, amaneció vigilado por agentes de la Seguridad del Estado, que estaban acompañados por miembros de la represiva Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), fundada el 7 de diciembre de 1993. Días antes, un vecino que había luchado en la guerra civil de Angola y pertenecía a la ACRC, me alertó del operativo.
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