Por suerte para Julián, ya terminaron los carnavales. Cada noche espiaba por su ventana de un edificio gris y puntal alto en la calle Jovellar, a tiro de piedra del Vedado, las broncas con armas blancas, los borrachos orinando en la vía pública o jóvenes fumándose un porro de cocaína y marihuana conocido como ‘yayuyo’. “Se aprovechan de la oscuridad en las entrecalles habaneras para ajustar cuentas y hacer sexo. Sin contar el escándalo que arman, hablando a gritos y con el reguetón a todo volumen en sus teléfonos móviles”, cuenta Julián en la cola de una panadería. Para los ...
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