Cualquier sitio, ómnibus, escuela, centro laboral o el entorno familiar, es propicio para una grosería. Que no pocas veces arranca con insultos y termina en un ring de boxeo. La gente de mecha corta sobra en Cuba. Tipos inflamables que manejan los gestos corporales y el lenguaje como si fuesen una pistola. José Carlos, 41 años, considera que lo más mínimo puede generar un campo de batalla. “Si vas de compras a una tienda debes medir tus palabras. Y tener paciencia. Las empleadas casi siempre están de mal humor. Parecen celadoras de una cárcel. Las que más miedo me dan ...
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