Los ojos de Román Galván, 84 años, cobran vida al recordar aquellos días aciagos de octubre de 1962 cuando parecía que Cuba se borraría del mapa tras la inminente conflagración atómica entre Estados Unidos y la otrora Unión Soviética. Cincuenta y tres años después, Galván reside en un arruinado asilo estatal de ancianos en el barrio de La Víbora, a media hora en automóvil del centro de La Habana. “En 1962 yo era miliciano. Y en octubre me movilizaron para una unidad militar en el oriente del país. Como muchos cubanos, no tenía conciencia, de lo que era una guerra ...
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