“Yo pude ser una de las víctimas de Bécquer”, cuenta por WhatsApp a Diario Las Américas una joven que llamaremos Laritza. “Fue una tarde de abril de 2011. Al concluir mis clases en la Universidad de La Habana fui con unas amigas a beber unas copas en un bar en la Calle G (Avenida de los Presidentes), que hace esquina con la Calle 23, donde los precios eran relativamente baratos”.
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