Pasado el mediodía, sudorosa llega la doctora Geiser, 28 años, al destartalado consultorio en la barriada de Santos Suárez, municipio Diez de Octubre, al sur de La Habana. Antes de ponerse su bata blanca y atender a los pacientes, guarda en el armario una bolsa de pan de suave, dos aguacates y cinco libras de costilla de cerdo que compró en un mercado agropecuario cuando iba hacia al trabajo.
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