Un viejo amigo, una persona entrañable que creía en Dios, fue herido de bala y durmió en palacios y calabozos, me dijo hace muchos años que algunos norteamericanos tenían la costumbre de mirar hacia América Latina como si estuvieran parados en la cubierta de un portaaviones. Lo decía porque consideraba que para ciertos sectores políticos de ese país las tierras que están entre el río Bravo y la Patagonia son los bajos, el patio y el traspatio de su casa. Una región ruidosa y desconcertante. Un universo difícil habitado por una mezcla de razas de altas temperaturas y, por lo tanto, ...
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