Disentir públicamente en una autocracia como la de los Castro es un acto de valor incuestionable. No creo que ningún opositor pacífico o periodista independiente tenga madera de mártir. Pero en cada denuncia exigiendo democracia y respeto por los derechos políticos y económicos en su país, los disidentes transitan por un campo minado. Que va desde una paliza, linchamientos verbales de corte fascista y la amenaza real de ser sancionado a muchos años de cárcel. La historia de la disidencia cubana es tan larga como la revolución de Fidel Castro. Los métodos han variado. Pero no el propósito: que Cuba ...
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