Existe en Cuba un horario de sobremesa familiar casi sagrado. Después de frugales cenas -o comidas suculentas según el bolsillo-, llega la hora del café, fumarse un cigarrillo y debatir del presente o el futuro. Son dos los bandos, optimistas y pesimistas. Y diferentes matices: moderados, esperanzados, neutros y desilusionados. Las comidas, alrededor de las ocho de la noche, suelen coincidir con la emisión estelar del noticiero de televisión. En la Isla, como en medio mundo, la tele es un objeto prioritario del hogar. La familia de Ignacio Remón, taxista privado, se acomoda en las amplias butacas de color marrón ...
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