A mí la muerte que me duele es la de Gabriel García, aquel viejo reportero de Aracataca que se dejó el bigote para parecerse al cantante Bienvenido Granda. Un hombre que le gustaba soñar y escribir novelas, agudo y generoso, que descubría la belleza cada vez que miraba por primera vez a una mujer, trataba de usted a las palabras y al que la vida le dio toda la gloria literaria del mundo -hasta un Premio Nobel-, pero lo dejó morir sin permitirle escribir la letra de un bolero. Como su obra sacó a Gabriel García Márquez de las fronteras ...
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