A Gabriel García Márquez no le hacían mucho caso en Cartagena. No le paraban bolas, decía él, porque en la costa «no hay prestigio que dure 24 horas. Yo salgo a la calle y todos es ‘Quibo, Gabo’. Nadie se acerca a molestar pa’ nada, ni a pedir empleo, ni autógrafos, ni a decirme si leyeron o no leyeron el libro. Eso es estupendo». Por otra parte, no importaba dónde estuviera en realidad el escritor, en qué lugar del planeta Tierra y a cuántos miles de kilómetros de Cartagena de Indias; en los bares de esa ciudad como Quiebra Canto, ...
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