La Habana se parece cada vez más a Puerto Príncipe. En cualquier esquina de la ciudad se amontona la basura y proliferan mosquitos, cucarachas y roedores. En algunos barrios de la Cuba profunda la gente se come los gatos callejeros y si eres dueño de un caballo o una vaca corres el peligro que al animal lo descuarticen los matarifes y vendan su carne.
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