Hacer periodismo en Cuba es un acto de magia negra. Investigar u obtener una cifra resulta una quimera. Con voz entrecortada, las personas te susurran informaciones, pero no tienes la manera de confirmarlo. Les pongo ejemplos. Una noche calurosa, en el balcón de su casa, un empleado pasado de tragos, me cuenta toda una trama siniestra de corrupción entre el gobierno y el extranjero al frente de la firma donde trabaja. A la mañana siguiente, ya sobrio, le pregunto si me autoriza a publicar la historia. Se espanta. “Por favor, recuerda que yo vivo de ese negocio, si escribes sobre el tema, seré el primer sospechoso, definitivamente no”, me ...
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