Un grupo de turistas suizos caminan por el pasillo de mármol gris del antiguo Havana Yacht Club, en el reparto Flores, al oeste de la capital, mientras el guía les muestra viejas fotos en blanco y negro que cuelgan en la pared de lo que alguna vez fue un lugar de encuentro de lo más ilustre de la burguesía cubana. En un alemán correcto, el guía les cuenta la anécdota de que el club era tan elitista que ‘ni siquiera al dictador Fulgencio Batista le permitieron la entrada’. Después de almorzar en un restaurante al lado de la playa, los ...
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