Para el 20 de julio, Norge piensa estar bebiendo café cubano en Versalles mientras funcionarios de la autocracia de Castro con sus guayaberas blancas y estadounidenses con cuello y corbata, escuchan sus himnos nacionales y observan cómo izan las respectivas banderas en sus sedes diplomáticas de Washington y La Habana. Desde hace un par de meses, junto a un grupo de amigos traman una salida ilegal por la costa norte de la isla. Días antes de tirarse al mar en una chalupa de metal con motor diesel, Norge consultó con su santera si la suerte estaba de su lado. En ...
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