Desde el balcón de su apartamento con puntal alto en un barrio de la Habana Vieja, se divisa la entrada del puerto. Durante treinta años, Silvio manejó un vetusto remolcador que conducía a los gigantescos buques de carga hasta el atracadero. Lo que más a él le preocupa es el “es el poco movimiento de barcos mercantes y buques petroleros en la rada habanera. Amigos que trabajan en el puerto del Mariel me dicen que allí también es escaso el tráfico de barcos. En un país que importa el 90 por ciento de lo que consume es una señal preocupante”. ...
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