De aquel juego de ajedrez en el tablero geopolítico de la Guerra Fría, aún no se han apagado los tambores bélicos, el eco de las consignas y se mantienen un pequeño club de regímenes totalitarios. La revolución de Fidel Castro no fue un evento apuntalado por el eje soviético o amamantado por los servicios secretos de la China de Mao. Aunque meses después de hacerse con el poder, en una estrategia inédita, Castro cambió de alianzas y apostó por el marxismo. Fue una movida compleja con un trasfondo simple: permutó la democracia por el poder absoluto. «La mayoría de la ...
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