Los ancianos son los grandes perdedores de las tímidas reformas económicas del General presidente de Cuba. Miles de los que antaño aplaudieron en la Plaza de la Revolución los largos discursos de Fidel Castro o pelearon en guerras civiles en África, hoy sobreviven como pueden. Ahí están. Vendiendo periódicos, maní o cigarrillos sueltos. A otros les va peor. La demencia senil los ha consumido y se dedican a pedir limosna o hurgar en latones de basura. Pero aún más dura es la vida para un viejo disidente. ¿No les dicen nada los nombres de Vladimiro Roca Antúnez, Martha Beatriz Roque ...
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