Quizás no sea yo el más indicado para escribir esta crónica. O tal vez sí. Sé de colegas que conocieron personalmente a Silvio Rodríguez en esa primera etapa de la revolución, ingenua y difícil, cruda y contradictoria, donde los niños como por arte de magia se convertían en hombres. Mas yo vengo a contar el hechizo que Silvio provocó en mi generación, por muchos considerada «perdida». Todos los menores de 50 años encontramos una rara similitud en la forma de acceder a sus canciones. Quizás en la escuela, en el tema interpretado para una aventura infantil o en la voz ...
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