El aviso llegó temprano desde los relumbrones iniciales de las estrellas en las charreteras de Hugo Chávez y el primer corrido mexicano cantado ante una multitud. La advertencia no provenía de un grupo de sabios o de un equipo de politólogos porque esa gente espera que pasen las cosas para definirlas con precisión. La alarma sonaba apagada en las voces de los testigos, de las víctimas del exuberante caudillismo latinoamericano que nace siempre como un sueño de libertad y acaba en una dictadura. «Va a pasar en Venezuela lo mismo que aquí», decían los opositores cubanos acosados en las calles ...
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