El gobierno cubano puede acudir a le generosidad o al oportunismo de todos sus cómplices y llenar a Cuba de aviones nuevos, automóviles sin estrenar y trenes relucientes y modernos que, de todas formas, con esa maquinaria relumbrante y nueva, no podrá resolver el grave asunto del transporte en el país. El problema es que esa crisis tiene sus resonancias más patéticas en las estructuras enfermas de la república, en el desdén o la indiferencia de sus técnicos y empleados y, en definitiva, en la catástrofe real que abarca desde los baches con ínfulas de lagos hasta los travesaños de ...
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