Cada vez que bebe a pulso ron de cuarta categoría le pasa igual. Siempre llega a la casa borracho, inconsciente y con hambre. Se sienta frente al viejo televisor de tubos catódicos a ver un programa nocturno y amanece durmiendo en el piso de la sala con la ropa puesta y sin bañarse. Para Erasmo, 56 años, jamás ha existido un remedio efectivo que cure su dependencia alcohólica. Ni la terapia de grupo, medicamentos o consejos de especialistas. Siempre regresa al alcohol. Comenzó a beber para matar el aburrimiento y va camino de convertirse en un guiñapo humano. Hinchado, macilento ...
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