A Leyany, 42 años, ingeniera civil y madre de dos hijos varones, le cuesta levantarse de la cama cuando el despertador del móvil suena. A su lado su marido sigue roncando y ni se entera. Son la cinco de la mañana. Una ligera brisa fría obliga a Leyanis a buscar un abrigo mientras se prepara un té. Antes de salir de su apartamento en La Lisa, al oeste de La Habana, confirma por teléfono su número en la cola de una carnicería donde esperan el arribo de carne de cerdo, y deja preparado el desayuno de sus hijos y su ...
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