Cuando el Boeing 747 de American Airlines comenzó a tomar impulso en la pista del Aeropuerto Internacional José Martí de La Habana, Yordanka se persignó en su asiento, mientras apretaba fuertemente la mano de su hija de 12 años que miraba indiferente por la ventanilla del avión como dejaban atrás ese trozo geográfico que conocemos como patria.
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