Desde La Habana

Surrealismo cubano

Surrealismo cubano

Mientras en el noticiero de televisión anuncian para el fin de semana un desembarco inminente de los marines yanquis en Venezuela y rescatan frases de viejos discursos de Fidel Castro, Orestes, un habanero que, entre otras cosas, vende litros de cloro a 25 pesos, prepara el sofrito de los frijoles negros y sube el volumen de su bocina portátil con la música del reguetonero Jacob Forever.

“Hoy me cogió tarde pa’ la jama. Tuve que caminar casi veinte kilómetros vendiendo cloro por toda la ciudad”, dice y se pone a elaborar la ensalada de tomate, col y pepino, que acompañará con arroz blanco, frijoles y una tortilla de un solo huevo, «porque los huevos también están perdidos».

Además de cloro, Orestes vende lo que se cae del camión: aromatizantes, frazadas de pisos o ropa comprada al bulto por las mulas en Panamá. Vive en una destartalada habitación de un albergue colectivo al sur de la capital. Sus temas de conversación son el deporte, las mujeres y las duras condiciones de vida implementadas por el neocastrismo.

“Cuba se ha convertido en una jungla. Todo el mundo intentando sobrevivir. Y el gobierno sigue con su teatro. Se rumora que después del referendo del 24 de febrero, el Canelo (Díaz-Canel) va a legalizar la bolita. Si eso ocurre, entonces será el gobierno quien va a manichear la plata”, señala y añade:

“Voy a votar Sí. No tengo otra opción. De lo contrario, te cae el jefe de sector (policía) encima y te hace la vida imposible. ¿Votar NO qué resuelve? Y si los americanos le meten mano a Venezuela, dicen que van a mandar cubanos a pelear allá. Yo no iría, a mí no se perdió ná en ese país. ¿Por qué tengo que pelear por Maduro? Buscaría un certificado médico donde diga que estoy loco. Lo mío es vender cloro y vacilar con una jevita. No hay más ná”.

A pocas horas de iniciar la farsa electoral que ratificaría la futura Carta Magna, a cualquier persona en La Habana pregúntele si se leyó el texto de la Constitución. “Por arribita, el día que en mi trabajo hicieron un debate. No entendí nada. Es que esos temas jurídicos los escriben en un lenguaje que solo entienden los abogados”, indica Mara, dependienta en una cafetería estatal. Yadira, estudiante de preuniversitario, responde: “No, no lo leí, no estoy pa’ eso”. ¿Y cómo piensas votar?, indago. “Votaré Sí. En mi escuela, en un debate que tuvimos, nos dijeron que era la única forma de mantener las conquistas de la revolución. Sabemos que es una muela barata, pero nadie quiere buscarse problemas”, confiesa la joven, quien el domingo 24 de febrero votará por vez primera en su vida.

Luis Manuel, taxista, asegura que leyó completo el texto constitucional “y por eso marcaré NO. Hay que ser muy olvidadizo pa’votar Sí después de vivir tantos años con el pie metido hasta el home. Asere, es una irresponsabilidad apoyar un sistema que no funciona y concederle la gracia que nos gobierne el resto de la vida”.

Ismary, empleada bancaria, no piensa ir a votar. «Y si del colegio electoral vienen a mi casa con la boleta, a lo mejor pongo Sí, pa’no señalarme. Pero si amanezco con el moño virao pongo NO. De todos modos, se vote Sí o No, se anule la boleta, se deje en blanco o no se vaya a votar, nada va a cambiar, todo seguirá igual o peor. Ya lo dijo Díaz-Canel, el domingo va a ganar el Sí. No sé pa’qué hacen votaciones en Cuba, si no quieren que la gente vote NO”.

Andrés, biólogo, vecino del reparto Capdevila, a veinte minutos en auto del centro de La Habana, cuenta que en su barrio prepararon un debate «con pinchos del gobierno, para alentar a que votaran Sí. Pero no se puede vivir del teque ni del pasado, esta revolución ya se fue al garete. Pienso votar NO porque los gobernantes no han sido capaces de satisfacer las demandas del pueblo. Llevan sesenta años viviendo del cuento, falsas promesas y mentiras. Y todo en la vida tiene un límite. Hace rato que yo colgué los guantes. No creo en ninguno de ellos”.

A la par del referendo, la crítica situación en Venezuela es tema de conversación en las calles habaneras. Si damos crédito a la autocracia neocastrista, es cuestión de tiempo que Estados Unidos invada Venezuela. Y en escuelas, empresas e instituciones de toda la Isla, ha convocado a los cubanos a firmar un libro condenando la hipotética invasión.

La historia oficial que ofrecen sobre Venezuela es muy simple: Trump la ha bloqueado por ser una nación soberana e independiente y el culpable de todos los males son los Estados Unidos y la oposición venezolana.

El aparato propagandístico del régimen ha diseñado una versión de los hechos donde se excluye la nefasta administración de Nicolás Maduro, la corrupción, represión y tortura a presos políticos así como el golpe parlamentario del PSUV a la Asamblea Nacional que tras ganar en 2015 la vació de contenido. Esa estrategia funciona con personas desinformadas, como los cubanos que desayunan café sin leche o con aquéllos que debido al alto costo de internet, solo la utilizan para comunicarse con sus parientes en el exterior y no para informarse de lo que realmente pasa en Venezuela y en el resto del mundo, salvo contadas excepciones.

«Una agresión militar de Estados Unidos a Venezuela sería un regalo para Maduro, pues justificaría el desastre al venderse como víctima. Trump es capaz de cualquier cosa. Pero hay una realidad: la hiperinflación en Venezuela, el hambre y la pobreza tienen dos culpables: el madurismo y el gobierno cubano que con su descabellada asesoría ha provocado el colapso de esa nación», opina Sergio, profesor universitario jubilado.

Algún día, los que durante seis décadas han gobernado Cuba tendrán que dar una disculpa pública. En nombre del peor socialismo, ha empobrecido Venezuela y polarizado el país. Desde hace veinte años, los servicios especiales cubanos y sus asesores militares diseñan las estrategias de defensa. La descarada injerencia del castrismo en Venezuela quedó probada en un audio, difundido en 2013, de la conversación de Mario Silva, periodista chavista con Aramís Palacios, alto oficial de la inteligencia cubana.

Caracas es un asunto de seguridad nacional para el régimen de La Habana. Van a luchar con todos los medios a su alcance con tal de mantener a Maduro en el poder. Esa defensa a ultranza del sustituto de Hugo Chávez, ha desatado toda clase de bolas y rumores. Por las calles se comenta que Cuba pudiera enviar tropas.“Mi hijo está pasando el servicio militar y le dije que no firmara ningún papel que lo comprometiera a luchar en Venezuela. No vivimos en los tiempos de Angola, cuando muchos como yo fuimos de ingenuos a pelear ”, expresa Armando, cuentapropista.

Analistas locales consideran que a no ser que envíen tropas élites, «Cuba no está en condiciones de desplegar una vasta operación como la de Angola hace 44 años. Imposible, con las armas desfasadas y una preparación precaria. La doctrina de guerra ‘de todo el pueblo’ es para el caso de la ocupación militar del país. Pero de producirse eventos militares en Venezuela, hay que utilizar estrategias de guerra moderna, como golpes aéreos a sitios específicos con misiles inteligentes. Estados Unidos no va desembarcar tropas en Venezuela. Sería una jugada torpe que revertiría todo el apoyo latinoamericano y mundial que Washington ha conseguido”, vaticina un ex oficial de las fuerzas armadas.

Según el prestigioso economista cubanoamericano Carmelo Mesa-Lage, la pérdida de la subversión venezolana impactaría entre un 10 o 15 por ciento en el PIB de Cuba. En una economía en recesión, donde las reformas de Raúl Castro no incentivaron el crecimiento agrícola, productivo ni industrial, perder el acceso al petróleo subsidiado de Caracas podría ocasionar un retroceso peligroso.

Los cubanos están cansados de carencias y falsas promesas. Un nuevo Período Especial podría estallar por los aires la inoperante economía de cuartel y la falta de libertades políticas. Y ya no está Fidel Castro para socorrer el desastre.

Iván García

Foto: Boda simbólica en la Plaza de la Revolución de La Habana en defensa del matrimonio homosexual, eliminado en el texto de la nueva Constitución y que ha desatado la polémica en la comunidad LGBTI cubana y también en distintas denominaciones religiosas asentadas en Cuba. Tomada de Cubaencuentro.

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