Ni en sus mejores sueños, el prolífico y notable compositor cubano Jorge Luis Piloto Alsar, nacido en el invierno de 1955 en Cárdenas, municipio de Matanzas a unos 145 kilómetros al norte de La Habana, pudo imaginar que sus canciones alcanzarían fama internacional.
Subámonos a la máquina del tiempo. Un día cualquiera de los años 70. Culturalmente hablando, Cuba vivía horas bajas. Por decreto de Fidel Castro los escritores, poetas y compositores son administrados por el Estado.
El cine, las novelas, la guaracha y el son deben resaltar la proeza de la revolución. El gobierno lo controla todo. En tu biografía debes resaltar el número de marchas y trabajos voluntarios en los que has tomado parte, si quieres veranear en una casa en la playa, tener una nevera rusa o reservar una mesa en un restaurante.
El carnet del partido comunista y la lealtad al barbudo es más importante que el talento. En esa espesura gris, donde las ideas y el porvenir se soplaban desde arriba, Jorge Luis Piloto era un inadaptado social.
A la capital llegó con 15 años, su guitarra de cajón al hombro y un proyecto de futuro. Recaló con su madre Beba en una habitación de un viejo edificio de apartamentos en Romay 67 entre Monte y Zequeira, en la barriada del Pilar, en el municipio habanero del Cerro.
Con pinta de friqui, melena larga, devoción al rock y ninguna pasión por los extensos discursos de Castro. Su refugio de franqueza eran los amigos, como el negro William (Dios lo tenga en la gloria) o su novia, que sospechaban que Cuba no era sitio para ellos.
Se distraía yendo al Latino, cuando jugaba Industriales, su equipo. O sentado en una esquina o en el malecón, soñando con otro futuro.
1980 fue un año tremendo. 125 mil cubanos, entre ellos Piloto, aprovecharon la ocasión y abandonaron su patria. Antes de marcharse, debieron soportar las vendettas del régimen, camufladas en actos de repudio de corte fascista.
O humillaciones personales. Antes de abordar el yate rumbo a la Florida, debían firmar un acta donde se hacía constar que eran delincuentes, prostitutas u homosexuales. El régimen le debe una disculpa pública a los cubanos honestos que emigraron por el Mariel .
Piloto llegó a Miami una tarde lluviosa de mayo de 1980. Sin guitarra ni dinero. Solo deseos. Menos en la música, trabajó duro en diversos oficios. Una mañana, su esposa le recordó que no se había marchado de Cuba para vivir como jornalero.
“Dónde está aquel Jorge que soñaba con ser compositor”, le dijo. En el próximo cobro se compró una guitarra de cajón. Ya para 1983 le graban su primera canción, La noche, escrita a dos manos con Ricardo Eddy Martínez y grabada por Lissette Álvarez.
Jorge Luis Piloto fue A&R de Sony Music (1988-1996) y nueve veces nominado al Grammy Latino. Ganó el primero con la canción Yo no sé mañana, coescrita con Jorge Villamizar y grabada por el nicaragüense Luis Enrique. En 2010 la sociedad de autores Americana, ASCAP, le entregó el premio Golden Note por sus 25 años de carrera y su aporte musical al repertorio hispanoamericano.
Sus baladas han sido interpretadas por cantantes del calibre de Gilberto Santa Rosa, Christina Aguilera o la inigualable Celia Cruz. En 2012 compuso una canción para las Damas de Blanco que se escucha en sus marchas por las calles de la isla.
El lunes 17 de noviembre, después de 34 años, me reencontré en Miami con Jorge, mi vecino del barrio del Pilar. Estuvimos siete horas charlando. A punto de cumplir 60 años, Piloto conserva un físico juvenil. “No hay manera que engorde”, dice. Recuerda su pasado en Cárdenas y La Habana y sus amigos de entonces.
Pero se siente de Miami. Se le nota el orgullo por esta urbe del sur de la Florida. En su auto recorrimos cada espacio, urbanización o sitios notables como el estadio de los Marlins, la estación de Cruceros, la Ermita de la Caridad o el túnel que pasa por debajo del puerto.
Me mostró la única estatua que existe en la ciudad y almorzamos en un café para turistas al borde del río Miami. Le pregunté si pensaba regresar a Cuba en ese futuro democrático que todos deseamos.
“No, mi lugar está aquí, con mi hijo, mi esposa y mi madre. Podría colaborar en lo que hiciera falta. Pero Miami es ahora mi hogar”, apunta, mientras habla en inglés por el móvil con su hijo, sobre el fabuloso contrato de Giancarlo Stanton con los Marlins. Ya Industriales no es su equipo.
Iván García
Cuaderno de viaje (VII)