Fidel Castro ha sido un sepulturero eficaz. Enterró las cosechas de azúcar y la abundancia agrícola de antaño. De otrora azucarera mundial, en fechas recientes, Cuba tuvo que importar azúcar de Brasil y República Dominicana para el consumo del turismo internacional.
Con esa aura negativa que siempre ha perseguido a Castro, tiene lógica lo que por estos días comentan los aficionados al béisbol, tras el estrepitoso fracaso de Villa Clara en la Serie del Caribe en Isla Margarita: si en tiempo real no estaremos viviendo la defunción de la pelota.
No lo creo. En nuestro ADN tenemos los genes de peloteros. ¿Que ha habido un retroceso feroz? Es cierto. Debido a las obcecadas y estúpidas políticas del Estado, la pelota se encuentra empantanada en una crisis estacionaria.
Pero se puede salir adelante. Si, por ejemplo, los preparadores cubanos se nutrieran de los últimos avances en la preparación de beisbolistas, en clínicas (cursos) con avezados entrenadores de Estados Unidos. Si se habilitaran academias de organizaciones de Grandes Ligas y si nuestros peloteros pudieran jugar en la MLB sin tener que marcharse de su patria.
Aunque lo ideal sería que esta pesadilla de cinco décadas y media quedara atrás. En ese sentido no soy muy optimista. Porque el manicomio instaurado en Cuba, igual puede cambiar dentro de dos años que extenderse otros cincuenta y cinco.
Se conocen los métodos que utilizan los autócratas para perpetuarse en el poder. El miedo y la represión inhibe a una gran parte de los cubanos a disentir públicamente. Entonces la gente opta por una balsa. Casarse con un extranjero. O una carta de trabajo en cualquier rincón del mundo.
Hay dos escenarios posibles. En el primero, Raúl Castro se convierte en una especie de Jaruzelski tropical y democratiza la isla -soy escéptico- y se deroga el embargo. Tal vez, trabajando duro, a la vuelta de cinco o seis años, los peloteros cubanos formados con métodos modernos se dispararían en las organizaciones de las Mayores.
El otro, por el camino que van, es que Cuba se transforme en una discreta monarquía, donde parientes, yernos y compadres halen los hilos de la piñata para repartirse el botín.
El régimen está enfrascado en una pirueta ideológica inédita. Una mezcla de capitalismo familiar, pequeñas aperturas, micronegocios y estalinismo en estado puro.
Los Castro quieren negociar, pero con los gringos. Cara a cara. Sentados en una mesa, proponiendo a la isla como si fuese su propiedad. En una de esas propuestas, Antonio Castro, hijo de Fidel, estaría representando al béisbol y manejando los futuros contratos de peloteros cubanos.
Al clan Castro se le hace la boca agua pensando en esa posibilidad. Aún no ha llegado, pero se vislumbra, con negociaciones tras bambalinas con empresarios al estilo de Alfonso Fanjul.
Si se desea que el techo de la pelota se eleve, con urgencia deben ocurrir cambios. Si los mandarines criollos fuesen sensatos -55 años han demostrado lo contrario- diseñarían una nueva estructura de la Serie Nacional. 16 equipos se antojan demasiado.
Ahora mismo, según la calidad comprobada del béisbol local, lo correcto sería una temporada con 6 equipos y un mínimo de 100 juegos.
La campaña debiera comenzar en septiembre. Podría tener tres etapas. Seis novenas en los primeros 60 juegos. Un round robin con 40 partidos y 4 equipos. Y play offs finales entre los dos primeros al mejor de siete.
La temporada concluiría a fines de enero, para que no tropiece con la Serie del Caribe o el Clásico Mundial. Los pocos jugadores con clase que nos vienen quedado, llámese Alfredo Despaigne, Yulieski Gourriel, Frederick Cepeda, Norge Luis Ruíz, Freddy Asiel Álvarez o Vladimir García, si son contratados en ligas foráneas, es preferible que no tomen parte en la Serie Nacional.
El nivel actual de nuestra pelota solo sirve para estancarlos. Por supuesto, antes de reformar la Serie Nacional, se deben fortalecer todas las estructuras del béisbol. Desde las categorías infantiles hasta las juveniles.
Si las categorías de cadetes y juveniles se siguen jugando con pelotas de escaso bote, implementos de poca calidad y terrenos malos, entonces el salto al primer nivel seguirá marcado por una notable diferencia.
Los mejores preparadores de Cuba deben trabajar en las categoría menores. Todas las personas capacitadas para formar jugadores deben tener conexión ilimitada a internet con acceso a bibliografía actualizada.
También, participar en intercambios académicos y clínicas beisboleras en Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y países del Caribe que juegan pelota. La televisión cubana debe emitir con mayor frecuencia partidos de Grandes Ligas. Sin complejos absurdos a la hora de trasmitir partidos donde tomen jueguen peloteros cubanos que se han marchado.
Toda esa política de renovación estaría aparejada con la venta a precios módicos de guantes y pelotas para niños. Igualmente, acondicionar y recuperar los terrenos de béisbol que se han perdido en el país.
La faena es costosa y ardua. Está por ver si el Estado deroga los recursos o en su agenda contemppla mejorar la calidad de la pelota actual. Si es inteligente, sería lo más práctico. Pues en el supuesto caso de que Antonio Castro se sentara a negociar con los gerentes de la MLB, tendría una mayor cantidad de talentos que ofrecer.
Aunque visto lo visto, la perspicacia no ha sido la mejor cualidad de la autocracia verde olivo.
Iván García
Foto: Durante los meses de frío en Estados Unidos, muchos peloteros se trasladaban al Caribe a jugar béisbol, entre ellos Jackie Robinson (1919-1972), a quien se ve en la foto firmando autógrafos en un estadio de La Habana en 1947. Unas semanas después, Robinson haría historia en su país, al romper la barrera que prohibía a los peloteros negros jugar en las Grandes Ligas, abriéndole así el camino a otros jugadores afroestadounidenses, caribeños y latinoamericanos. Tomada de AARP Magazine.