El formidable jardinero del equipo Industriales Yasmani Tomás esta vez no saldrá al campo a defender las praderas.
El fornido moreno de 23 años, seis pies y dos pulgadas del municipio San Miguel del Padrón, al suroeste de La Habana ya no recibirá atronadores aplausos por sus jonrones de espanto o sus tiros prodigiosos al home desde lo profundo del jardín derecho.
Tomás quiere otro futuro. En Cuba a lo más que podía aspirar era a jugar en una liga asiática y quizás ganar 300 mil dólares libres de impuestos, que se evaporarían en comprar un Peugeot 508 en alguna agencia automotriz habanera.
Como cientos de peloteros, prefirió saltar la cerca y jugar en el mejor béisbol del mundo. Se rumora que en el ‘imperio del mal’ -según la prensa oficial- el portentoso jugador podrá romper la barrera de los 80 millones de dólares en un contrato.
En esta temporada no solo faltará Yasmani. A la lista de los ausentes debemos sumar otros 15 peloteros talentosos que optaron por ser dueños de su propio destino.
Los salarios de seis ceros que se pagan al otro lado del charco son una tentación. Un dulce al alcance de un niño. Precisamente, ese goteo imparable de fugas de estrellas y jóvenes talentos ha devaluado a nuestra Serie Nacional.
Las novenas de la isla tienen alrededor de 15 peloteros menores de 23 años. La edad promedio de los 16 conjuntos ronda los 25 años. Es el torneo beisbolero de élite más joven del mundo.
Los otrora poderosos equipos de Cienfuegos o Guantánamo, son hoy selecciones colmadas de peloteros imberbes. En los corrillos deportivos de la sureña provincia aún se recuerda con nostalgia aquel poderoso tándem ofensivo de Yasiel Puig y José Dariel Abreu cuatro campañas atrás.
Los Elefantes, como casi todas las selecciones del venidero torneo nacional, están jugando con el menudo de cambio. Con jugadores que debían estar en academias puliendo defectos técnicos y ver la pelota de primer nivel desde la tele o las gradas.
El fondo de armario de la pelota cubana se vacía. Cada vez hay menos talentos. Se marchan a la primera de cambio. En la práctica, somos una sucursal de las organizaciones de Grandes Ligas.
Cuatro días antes de que arranque la temporada, los fanáticos seguían por las antenas satelitales ilegales o los ‘paquetes’ el debut del avileño Rusney Castillo con las Medias Rojas de Boston.
Ahora mismo, a pesar del bajón cualitativo que vive la pelota en Cuba, los peloteros cubanos que juegan en la MLB y otros circuitos profesionales se han revalorizado.
De poco ha servido que el régimen autorizara la contratación de peloteros y les subiera el salario hasta mil pesos mensuales, poco más de 40 dólares. Los fanáticos lo entienden. Lo ven como una mezcla de ambición sana y libertad: probarse en el mejor circuito beisbolero del mundo y administrar sus propias finanzas.
La ausencia de tantas estrellas -incluso los cuatro que juegan en Japón no comenzarán de inicio con sus novenas- ha provocados que las expectativas de los fans cotizen a la baja.
Hace años que a muchos furibundos seguidores de la pelota nacional les interesa más los resultados de la MLB. Desde luego, con el paso de la temporada la afición vuelve a las gradas.
Todavía en Cuba se juega un béisbol que combina guapería barata en el terreno y entusiasmo de amateurs. Es diferente. Menos técnico y lógico que el béisbol racional y científico que se juega en la Gran Carpa.
Pero se compite a cara de perro. No roza siquiera al peor partido de Grandes Ligas, pero emocionan y son dramáticos. La 54 Serie Nacional se inició el domingo 21 de septiembre con el juego del campeón Pinar del Río y el subcampeón Matanzas. Los matanceros le ganaron 5 a 1 a los pinareños.
En una temporada sin grandes novedades, sobresale una ristra de peloteros jóvenes que apuntan alto, como Robert Luis Moiran de Ciego de Ávila, Norge Luis Ruiz de Camagüey y los habaneros Yunier Díaz y Jorge Luis Oña. Y otras dos docenas. Pero poco más.
El calendario es un puzzle diseñado por algún desquiciado. Habrá dos paradas. Una a principios de noviembre, por los Juegos Centroamericanos en México. Otra en febrero, por la Serie del Caribe en Puerto Rico. Ni Mandrake el mago podría poner a tono físico a un equipo de pelota donde la serie se interrumpe primero durante un mes primero y después durante 15 días.
Ya la Federación de Béisbol, en apariencia dirigida por Higinio Vélez, un auténtico hombre de paja (el real administrador es Antonio Castro, el hijo yuppie de Fidel Castro, amante a los relojes exclusivos y jugar golf al caer la tarde), ha dicho que ésta será la última temporada con el formato de 16 equipos.
Por decimocuarta vez se cambiará el modelo de torneo. Como para volver loco a los estadísticos. Los fanáticos, por su parte, regresarán a los estadios cuando la serie suba de intensidad.
A las gradas volverán las apuestas y las cábalas sobre el tiempo que le queda en Cuba a jóvenes promesas del deporte nacional.
Iván García
Foto: El pitcher zurdo Yoanni Yera Montalvo, de Matanzas, fue el abridor del juego inaugural de la 54 Serie Nacional de Béisbol, el 21 de septiembre de 2014 en el estadio Capitán San Luis de Pinar del Río. Foto tomada de Zona de Strike.
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